La eliminación en los octavos de
final de la Champions tras empatar (1-1) con el Lyon, unida a esa eliminatoria
de Copa del Rey hacían que el chileno abandonara el Real Madrid en verano. De
nada le valían sus 96 puntos y más de 100 goles (102) en el campeonato local,
el Barça ganaba la liga y Mourinho sustituía a Pellegrini. El chileno esperaba ofertas. Tras unos
meses sin trabajo, el Málaga y su nuevo proyecto, llamaban a sus puertas.
Manuel Pellegrini (izq.) el día de su presentación como técnico del Málaga CF.
La reconstrucción
Era octubre, se llevaban 11 jornadas
disputadas y el proyecto del jeque Al-Thani con Jesualdo Ferreria a la cabeza
estaba lejos del objetivo inicial: Europa. Pellegrini llegó con la permanencia
como principal fin, pues el Málaga estaba en puestos de descenso.
Tras un inicio irregular y poco
convincente, el Málaga era colista. Las cosas no pintaban viene en la ciudad de
la Costa del Sol, pero 7 victorias en los últimos 12 partidos, dieron la
salvación. Los fichajes en el merado de invierno, véase, Julio Baptista, Martin
Demichelis, Ignacio Camacho o un Enzo Maresca recuperado para la causa, se convertían
en fundamentales para que los boquerones se quedaran en primera. Llegaba
verano, el Málaga cambiaba de cara.
Una ciudad ilusionada
Con el dinero qatarí, Pellegrini construía
un equipo a su imagen y semejanza. El toque y la asociación como seña de identidad, de ahí los
fichajes de Joaquín, Isco, la perla de la cantera que volvía tras su años en Paterna, y
Cazorla, petición expresa del chileno, pero sin olvidar la estabilidad y el
equilibrio. A Demichelis o Camacho se unían Monreal y Toulalan, el Málaga ya estaba
formado.
Con las expectativas de volver a Europa
tras muchos años, el Málaga firmaba una campaña histórica. Su regularidad durante todo el año, pero
sobre todo el rush final le daba la cuarta plaza, una cuarta plaza que le daba
el pasaporte para jugar la previa de la Champions. La Rosaleda se emocionaba
con su equipo.
La Rosaleda se emocionó el día que su Málaga certificaba el pase a la previa de la UCL.
Un verano distinto
Si el verano 2011 todo era ilusión, 12
meses después, las cosas habían cambiado. Los problemas financieros obligaban a
vender. Rondón se marchaba a Kazán, y Cazorla a Londres. Dos de los jugadores
más importantes se veían obligados a abandonar las Costa del Sol. Pellegrini,
ante la situación, tripuló la nave como él solo sabe. Convenció a los jugadores
y se marcó un objetivo: estar entre los 32 mejores equipos de Europa.
Pasar la fase previa reportaría el dinero
necesario para reforzar la plantilla. El Panathinaikos de Jesualdo Ferreira,
casualidades de estas que siempre da el fútbol, era el rival. Con apenas 18
jugadores, el Málaga resolvía la eliminatoria en La Rosaleda (2-0), los goles
de Demichelis y Eliseu, y el empate en Atenas (0-0), daban a los malagueños el
billete a Europa.
La última construcción del ingeniero
Con la Champions asegurada, llegaban
Saviola y Roque Santa Cruz para reforzar el ataque, además del chileno Iturra.
La temporada avanzaba y el Málaga no dejaba de soñar. Siempre en posiciones
europeas en Liga y desarrollando un juego atractivo, la Champions quemaba
etapas y el Málaga seguía vivo. En invierno se iba Monreal dejando 12 millones, pero aterrizaban Antunes y Morales, el Málaga se reinventaba sobre la marcha.
Primero de un grupo de nivel, pues AC Milan,
Zenit y Anderlech se veían superados por los boquerones. Llegaban los octavos,
llegaba el Porto. Líder en Portugal y con el 1-0 en contra traído de tierras
lusas, La Rosaleda esperaba. La noche más mágica del fútbol andaluz en el
último lustro se escribía en blanco y azul.
El Málaga celebra el gol de Roque (2-0) que les daba el pase a los cuartos de final.
El Golden Boy 2012, Isco, adelantaba al
equipo de su tierra, el posterior gol de Roque hacia estallar La Rosaleda. El
Málaga estaba entre los 8 mejores equipos del continente. Pellegrini lo volvía
a hacer. Un debutante en uratos. Ahora, espera el Dortmund.
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